El internet se paralizó.
Lo que parecía otro cruce de declaraciones entre una figura política conservadora y una superestrella del deporte terminó convirtiéndose en uno de los momentos más inesperados y virales del año.
Todo comenzó cuando LeBron James, estrella de la NBA y activista social, se refirió públicamente a Karoline Leavitt, portavoz del equipo de campaña de Donald Trump, como “KKK Barbie”. La frase, lanzada en tono sarcástico durante una entrevista, desató una tormenta inmediata en redes sociales.
Los medios esperaban una reacción explosiva por parte de Leavitt, conocida por su carácter fuerte. Pero ella no gritó. No respondió con odio.
En lugar de eso, publicó 17 palabras en su cuenta de X (antes Twitter), acompañadas de una foto de su infancia junto a su abuela inmigrante:
“When you know who you are, you don’t need to shout. Let the facts humiliate him for you.”
(“Cuando sabes quién eres, no necesitas gritar. Deja que los hechos lo humillen por ti.”)
Silencio total.
Periodistas se quedaron sin palabras.
Incluso algunos críticos de Leavitt reconocieron que su respuesta fue tan calculada como contundente. Pero lo más poderoso fue cómo la atención cambió de inmediato: de ella, a LeBron James y su propio historial de comentarios controvertidos, negocios cuestionados y contradicciones públicas.
Muchos comenzaron a preguntarse si LeBron, al atacar tan personalmente a una figura pública femenina, no había cruzado una línea. Algunos defensores señalaron que estaba usando ironía para criticar posturas extremas, pero otros —incluidos periodistas— vieron en sus palabras un tono de desprecio innecesario, incluso misógino.
Mientras tanto, Karoline Leavitt no dijo más. No necesitó hacerlo.
En solo 17 palabras, transformó un insulto viral en un golpe de gracia silencioso que todavía resuena en debates políticos y deportivos por igual.