Magic Johnson e Isiah Thomas: Una historia de amistad, rivalidad y hermandad en la NBA


Magic Johnson e Isiah Thomas juntos en las Finales de 1988 entre Lakers y Pistons (FOTOGRAFÍA: Gentileza Getty Images)

Magic Johnson e Isiah Thomas tuvieron una amistad bella, genuina, real. Fueron hermanos. Protagonizaron en las Finales de 1988 un duelo entre dos taletnos que se querían y se respetaban.

Pero luego, llegó el HIV de Magic. El mundo se paralizó.

Y la relación entre ambos se cayó a pedazos.

Cuando los Pistons viajaban a Los Angeles, Magic le dejaba las llaves de su casa a Isiah. Era asi siempre: mirarse, reír, y disfrutar.

Era tal la cercanía, tal el grado de confianza, que Magic llamó el cuarto de huéspedes de su casa en California “el cuarto de Isiah”.

Thomas llegó a la NBA en el mismo momento que Johnson había ganado el campeonato de 1980, con el MVP de Finales incluido.

Magic vio al joven Isiah y lo cobijó. Se empleó para ser mentor y enseñarle los trucos de la Liga complicada que iba a afrontar.

Las Finales de 1988 fueron físicas. Los Pistons eran feroces y los Lakers no se quedaban atrás. De ese cruce, que terminó con título para L.A, algunos egos salieron heridos. Pero nada que una charla no pudiese arreglar.

El problema real surgió después.

En el libro de Magic Johnson y Larry Bird, junto a Jackie MacMullan, llamado ‘When the game was ours’ (2009), Magic confesó que: “la amistad fallida con Isiah fue la decepción más grande de mi vida… nada llega a compararse ni siquiera un poco”.

Ahora bien, ¿Qué fue lo que desgarró una relación como esa? Recordemos un hecho clave: el 7 de noviembre de 1991, Magic se retiró del básquetbol por contraer el virus HIV.

Fue uno de los hechos más impactantes de la historia del deporte mundial.

“Isiah Thomas llamó para hacer preguntas curiosas. Según (Lon) Rosen, Thomas le dijo: ‘Sigo escuchando que Magic es gay’.

“Vamos, Isiah, conoces a Earvin mejor que nadie”, respondió Rosen. “Lo sé, pero no sé qué hace cuando está en Los Ángeles”.

“Isiah siguió cuestionando eso”, agregó Magic en ‘When the game was ours’.

“No podía creerlo. Todos los demás (Byron, Arsenio, Michael, Larry) me respaldaron. Y el único con el que pensé que iba a contar empezó con todas estas dudas. Fue como si me hubiese pateado el estómago”.

Thomas negó esas acusaciones. Pero no terminó ahí. Magic publicó, además, que nadie lo quería en el Dream Team de 1992.

“No entiende por qué no fue elegido y es una lástima. Debes ser consciente cuando molestaste a más de la mitad de la NBA”.

La herida que separó a Magic e Isiah se profundizó con la publicación de ese libro. “Ojalá me hubiese llamado”, dijo Thomas.

“Siempre pensé que nuestra amistad era buena y lo suficientemente cercana para no hablar de estas cosas de manera pública”.

Pese a las diferencias irreconciliables, Magic e Isiah nos regalaron un gran momento al cierre del All-Star Game 1992.

Ocultaron el enojo y se entregaron al espectáculo en la vuelta a nacer de Johnson.

En el premio inolvidable que regaló David Stern.

La relación se hizo, con el paso de los años, distante. Cuando le preguntaban a Magic sobre Thomas, decía que el trato era “cordial”.

Nada más frío y doloroso que hablar así sobre una amistad que fue tan cercana. Tan profunda.

Quizás así podamos entender la grandeza de ambos en el reencuentro años más tarde.

La humildad de volver a aceptarse 25 años después de aquel All-Star.

Y fue en vida. A tiempo. Quitarse preconceptos, aplastar el ego y devolver la vida a lo importante: la familia y los amigos.

Sentados uno frente a otro, un cuarto de siglo después de aquel uno contra uno en Orlando, Isiah volvía a estar de nuevo en el cuarto de huéspedes de la mansión de California. Magic ganaba de nuevo el MVP de 1980.

Esos fueron los ojos cansados que se reconocieron.

No eran los preocupados por el HIV. No eran los inyectados por el Dream Team. Eran los que alguna vez supieron ser.

Los del beso antes de que todo empiece a resquebrajarse en las Finales de 1988.

De nuevo Magic y su sonrisa. Isiah y su esperanza.

“Este fue un día tremendo”, dijo Johnson. “Mi mujer, mi madre, mi padre, todos dijeron que teníamos que volver a estar juntos. Ahí me convencí que debíamos hacerlo. Fue todo por estar sentado frente a ti para revivir momentos”.

“Sos mi hermano. Permíteme disculparme si te lastime y no pudimos estar juntos. Dios es bueno porque hoy nos ha reencontrado”.

En ese abrazo final descansan todos los abrazos. Los que pudimos dar a tiempo y los que no. Los que debemos dar y no reunimos la valentía para hacerlo.

Magic e Isiah nos enseñan. Son ellos, pero también somos nosotros.

Es la condición humana en su máximo esplendor.

Nunca, pero nunca, es demasiado tarde. Vale la pena pedir disculpas. Vale la pena aceptarlas.

El momento para hablar no es mañana: es ahora.

Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

Como Magic. Como Isiah. Es cuestión de dar el primer paso.

Y animarse a intentarlo.

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