Evelyn Guijarro rescató a dos gatitos de entre los escombros. Un año después, un agradecimiento inesperado la hizo llorar: “Jamás imaginé que algo así pudiera pasar”

Hace un año, Evelyn Guijarro —conocida por su fortaleza física, su temple inquebrantable y su corazón noble— se convirtió, sin proponérselo, en heroína de una historia que muy pocos conocieron en su momento, pero que hoy, al cumplirse un año, vuelve con más fuerza que nunca… y con lágrimas de emoción.

El día que todo cambió

Era una tarde nublada, con el aire denso y olor a polvo. Evelyn se encontraba en una comunidad afectada por un derrumbe ocurrido tras intensas lluvias. Había ido como voluntaria, ayudando a remover escombros y llevar víveres a los damnificados. Entre el caos, el ruido de las palas y los gritos de ayuda, un leve maullido captó su atención.

Sin pensarlo dos veces, dejó las cajas que llevaba y se acercó. Entre bloques de cemento partidos y pedazos de lámina, encontró a dos pequeños gatitos, temblando, cubiertos de polvo, con los ojitos semicerrados y apenas respirando.

Evelyn, con manos temblorosas y el corazón en la garganta, los tomó con una ternura que contrastaba con su figura atlética. “No podía dejarlos ahí… estaban vivos, estaban luchando”, diría después.

Los llevó al veterinario más cercano, los alimentó, les dio refugio. A uno le puso por nombre “Tizón”, por su pelaje oscuro y manchado de ceniza. Al otro, “Solín”, por el pequeño rayo de sol que se coló entre las nubes justo cuando los encontró.

Una promesa silenciosa

Evelyn no buscó cámaras, ni reconocimientos. Para ella, salvar a esos dos pequeños seres fue un acto de humanidad, de compasión pura. Los cuidó durante semanas hasta encontrar una familia que pudiera adoptarlos juntos. Antes de despedirse, les prometió que, aunque no se volvieran a ver, siempre los recordaría.

Y así fue. Hasta que llegó aquel día…

Un año después: el mensaje inesperado

El 20 de mayo, Evelyn recibió una carta anónima. No decía mucho, sólo que asistiera a un parque específico en la ciudad a las 5 de la tarde. Dudó, pero algo en su intuición la empujó a ir.

Al llegar, se encontró con una pequeña reunión: una pareja joven, una niña de unos 8 años… y dos gatos. Uno negro con manchas grises, el otro dorado, juguetón. Tizón y Solín. Los reconoció de inmediato.

La pareja se acercó con una sonrisa, y la pequeña corrió a abrazarla.

—“Gracias por salvar a mis mejores amigos. Gracias por haberlos encontrado cuando nadie más escuchaba.”

Evelyn intentó sonreír, pero no pudo contener las lágrimas.

La familia le contó que los gatitos no solo se habían convertido en parte esencial de su hogar, sino que habían ayudado a su hija a superar una fuerte depresión tras perder a su abuela. “Tizón duerme con ella todas las noches. Solín la hace reír cuando no quiere salir de su cuarto. Les debemos mucho… pero sobre todo, te lo debemos a ti.”

“Jamás imaginé que algo así pudiera pasar”

En ese momento, Evelyn se quebró.

—“Jamás imaginé que algo así pudiera pasar… Que un acto tan pequeño pudiera significar tanto para alguien.”

Se abrazaron largo, como si el tiempo se hubiera detenido.

Y esa noche, Evelyn escribió en su diario:
“A veces uno actúa por instinto, por amor, sin pensar en el impacto que eso puede tener. Hoy entendí que los milagros existen… solo que a veces vienen con forma de maullido.”

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