María Sorté se reencuentra con su maestro de primaria 60 años después: lo ve trabajando como guardia escolar a los 85 años y toma una decisión que deja sin palabras a toda una escuela
Han pasado más de seis décadas, pero hay personas que simplemente no se olvidan. Eso le ocurrió a María Sorté, reconocida actriz y cantante mexicana, cuando un día cualquiera, en una visita discreta a su ciudad natal en Chihuahua, el destino la llevó a vivir uno de los momentos más conmovedores de su vida.
María había sido invitada a dar una charla sorpresa en una escuela primaria como parte de un programa local para inspirar a los jóvenes. Iba con el corazón lleno de gratitud, pero sin imaginar que ese día se reencontraría con uno de los pilares más importantes de su infancia: el maestro Julián Mendoza, el hombre que, sin saberlo, cambió su vida para siempre.
Un rostro imposible de olvidar
Cuando María entró al plantel, fue recibida con aplausos, abrazos y miradas curiosas. Pero justo antes de cruzar la puerta principal, notó algo que le heló la sangre. Un hombre mayor, con uniforme de guardia escolar, gorra azul deslavada y manos temblorosas, le abrió la reja con una sonrisa cansada pero noble.
—¿Maestro Julián? —dijo ella, con la voz entrecortada.
El hombre la miró sorprendido, parpadeó un par de veces como si intentara reconocer un recuerdo borroso. Y entonces, sonrió.
—¿María… la de la fila uno, la que siempre cantaba al salir al recreo?
Se abrazaron con fuerza. El tiempo pareció detenerse.
La historia detrás del uniforme
Durante la charla posterior, María no pudo quitarse la imagen de su antiguo maestro de la cabeza. Después del evento, se sentó con él en una banca del patio. Julián le contó que, tras jubilarse hace más de 20 años, había perdido a su esposa, y que con su pensión apenas alcanzaba a vivir. Uno de sus nietos tenía una enfermedad crónica y los gastos médicos eran constantes. Así que, a sus 85 años, había aceptado trabajar como guardia en esa misma escuela donde enseñó décadas atrás.
“No es lo ideal, pero prefiero trabajar que ver sufrir a mi familia. Además, me gusta seguir viendo niños correr por el patio”, dijo con ternura, ocultando el cansancio de sus piernas.
Una decisión inesperada
Esa misma noche, María no pudo dormir. Algo dentro de ella le pedía actuar. No solo por el cariño, sino por justicia, por gratitud. Así que al día siguiente, regresó a la escuela sin cámaras, sin prensa, solo con su corazón.
Frente a alumnos y profesores, tomó el micrófono y dijo:
—“Este hombre que ven aquí no solo me enseñó a leer y escribir. Me enseñó a soñar, a creer en mí cuando nadie más lo hacía. Y hoy me toca a mí devolverle un poco de todo lo que me dio.”
Anunció públicamente que se haría cargo de los gastos médicos del nieto del maestro, que le regalaría una pensión personal vitalicia y que además donaría fondos a la escuela para apoyar a otros adultos mayores que aún trabajan por necesidad.
Una escuela en lágrimas
Al final de su discurso, la comunidad educativa rompió en aplausos. Algunos maestros lloraban, estudiantes se acercaban a abrazar al maestro Julián, y él… simplemente no podía dejar de mirar a María con los ojos llenos de lágrimas.
—Nunca imaginé que una de mis alumnas me enseñaría la lección más grande de todas, dijo con la voz quebrada.
Una historia que se hizo viral
Lo que comenzó como una visita discreta, se convirtió en una historia viral de gratitud, dignidad y humanidad. Las redes sociales se llenaron de mensajes de admiración hacia María Sorté, no solo por su talento, sino por su corazón.
Y para los alumnos de esa escuela, ya no es solo una celebridad. Es el vivo ejemplo de que la gratitud verdadera no se olvida con el tiempo… se convierte en acción.