Hace algunos años, antes de que Natanael Cano se hiciera famoso como ahora, recibió una carta escrita a mano de una chica llamada Lucía, enviada al buzón de un estudio pequeño donde grababa sus primeros corridos.
Lucía tenía apenas 14 años. Cáncer en los huesos, etapa terminal. En la carta escribió:
“Tú no me conoces, pero yo escucho tus canciones todos los días. Cuando me duele, pongo tu música para olvidarme de todo. Tus corridos me hacen sentir fuerte, como si pudiera levantarme y pelear un poquito más.”
Cano leyó la carta en silencio. No le contó a nadie. Compuso una canción solo para Lucía, pero nunca la lanzó. La grabó en una vieja grabadora de cassette y la mandó por correo a la dirección que la niña había puesto en la carta.
Una semana después, el estudio recibió una llamada de la mamá de Lucía.
La niña falleció el mismo día que llegó la cinta.
En sus manos, sostenía el reproductor.
La última canción que escuchó fue esa… una canción que nadie más en el mundo ha escuchado. Una melodía, una letra… que Natanael jamás volvió a cantar.
Años después, ya siendo famoso, un reportero le preguntó:
“¿Alguna vez escribiste una canción que nadie ha escuchado?”
Cano bajó la mirada, guardó silencio, y dijo:
“Sí. Hay una canción… pero no es para cualquiera. Es de alguien muy especial. Alguien que nunca voy a olvidar.”