Adié, impulsada por la necesidad de descubrir la verdad sobre Tino, decide buscar respuestas y termina encontrándose con “El Calacas”, un hombre de apariencia sombría y reputación temida en los rincones más oscuros de la ciudad. Con su rostro huesudo y mirada penetrante, El Calacas es conocido por estar al tanto de los secretos más turbios de quienes se mueven en el mundo del crimen y las estafas.
Cuando Adié lo confronta, El Calacas no se anda con rodeos. En un tono frío y directo, le confirma lo que ella temía escuchar: Tino no solo es un delincuente común, sino también un estafador de primer nivel. Con un historial manchado de fraudes, engaños y tratos sucios, Tino ha arruinado la vida de muchas personas, usando su carisma para ganar la confianza de quienes caen en su red de mentiras. “Ese tipo no tiene límites, señorita”, le advierte El Calacas, apoyando su espalda contra la pared y encendiendo un cigarro con calma. “Tino sabe cómo jugar sus cartas, pero al final siempre deja un rastro de desgracias detrás de él. Ten cuidado.”
Mientras tanto, Guzmán, un rival astuto que ha estado buscando la manera de destruir a Tino, continúa ganando terreno. Aprovecha cada oportunidad para desprestigiarlo, sacando a la luz pruebas y rumores sobre sus actividades ilícitas. Guzmán ha entendido que la mejor manera de derribar a un hombre como Tino no es solo exponerlo públicamente, sino también sembrar la duda entre aquellos que aún confían en él. Día tras día, los comentarios negativos y acusaciones empiezan a multiplicarse, erosionando la imagen que Tino había construido con tanto esfuerzo.
Adié, ahora armada con la información de El Calacas, se encuentra en un dilema: revelar todo lo que sabe y desenmascarar a Tino o mantenerse al margen y evitar verse envuelta en un juego peligroso que podría tener consecuencias fatales. Mientras tanto, la sombra de Guzmán sigue avanzando, y Tino, aún sin saberlo, empieza a perder el control sobre su propio destino.