Tino finalmente reúne el valor para enfrentarse a Circe y a Ulises, sus “hijos”. Sabe que la verdad los devastará, pero también siente que es su última oportunidad para ser honesto. En un rincón de la sala, mientras ellos lo miran con expectativa, él respira profundamente y con la voz temblorosa les dice: “No soy su padre biológico”. Sus palabras caen como una bomba, llenando el ambiente de un silencio ensordecedor. Circe frunce el ceño, confundida, mientras Ulises apenas logra procesar lo que acaba de escuchar. Tino intenta explicar: “Yo los he amado como si fueran míos, pero la verdad debía salir a la luz”.

Al mismo tiempo, en otro lugar, Guzmán se encuentra con Aidé. Le entrega un sobre que contiene los resultados de las pruebas de ADN. La mirada seria de Guzmán hace que Aidé tiemble antes de abrirlo. Cuando finalmente lo hace y ve los resultados, su mundo se desmorona. Guzmán no necesita decir mucho más, pero confirma lo inevitable: “El hombre que metiste a tu casa como el padre de tus hijos te engañó”. Aidé siente cómo las lágrimas brotan de sus ojos, una mezcla de dolor, furia y humillación. Su mente se llena de preguntas sin respuesta: ¿Cómo pudo confiar en alguien así? ¿Cómo enfrentará ahora a Circe y a Ulises?

Ambos escenarios están marcados por emociones encontradas. Tino, por un lado, busca redimirse a través de su confesión, mientras Aidé enfrenta la cruda realidad de haber sido víctima de una mentira que afectó a toda su familia. La verdad ha salido a la luz, pero con ella también llegan el caos y el dolor que nadie esperaba.