Ofelia, ávida de alcanzar la fama que siempre ha anhelado, ve en el accidente de Valeria y el sacrificio de Mar una oportunidad perfecta para escalar social y profesionalmente. Sin titubear, aprovecha el caos emocional y la vulnerabilidad que rodean la situación, mostrándose como una figura indispensable en la recuperación y el drama que se desarrolla. Con astucia, manipula la narrativa para posicionarse como alguien heroica o de gran importancia, asegurándose de que los reflectores apunten hacia ella.

Mientras tanto, Susana, llena de indignación, enfrenta a Ofelia por haberle robado descaradamente el empleo en la casa de la familia Portilla. La confrontación es intensa, con Susana acusándola de ser deshonesta y oportunista. Ofelia, sin embargo, mantiene su postura arrogante, justificando sus acciones como necesarias para avanzar en su vida. Esta interacción no solo revela la ambición desmedida de Ofelia, sino también las fracturas y tensiones que sus decisiones generan en las relaciones personales.

La situación pone en evidencia cómo el deseo de fama y éxito puede llevar a alguien a cruzar límites éticos, afectando tanto a sus allegados como a aquellos que, sin saberlo, se convierten en escalones para sus aspiraciones.