Priscila, con una calma peligrosa, observa desde las sombras mientras la trampa que le tendió a Valeria empieza a dar los resultados que había anticipado. Había planeado cada movimiento con meticulosidad, sabiendo que Valeria, vulnerable y emocional, sería fácil de manipular. Durante días, había tejido una red de mentiras que se iría desplegando en el momento justo. Había descubierto, con astucia, que Valeria confiaba plenamente en Arturo y que su relación con él era lo más importante en su vida, por lo que sabía que cualquier fisura en esa confianza sería devastadora.

La trampa comenzó cuando Priscila organizó una reunión secreta con uno de los amigos cercanos de Arturo, un hombre que había tenido sus propios roces con Valeria en el pasado. Le pidió que se quedara con una carta y un mensaje aparentemente inocente para Arturo, pero lo que no sabía Valeria era que Priscila había manipulado el contenido del mensaje para hacer parecer que Arturo había tenido un encuentro clandestino con una exnovia, insinuando que sus sentimientos por ella nunca habían desaparecido.

Con la carta en manos de Valeria, Priscila apareció en el momento justo, fingiendo preocupación y mostrándole el “descubrimiento” que había hecho. Aparentemente desconsolada por lo que había encontrado, Priscila le mostró la carta con su tono más compasivo, diciendo que solo quería que Valeria supiera la verdad antes de que se lastimara más. Valeria, completamente desconcertada y herida, no pudo evitar dejarse llevar por las palabras de Priscila, quien le aseguró que Arturo no era el hombre que ella pensaba.

La confrontación con Arturo no se hizo esperar. Valeria, con el corazón roto y una mezcla de rabia y dolor, le lanzó las acusaciones que Priscila había sembrado en su mente. Arturo, confundido y frustrado, intentó defenderse, pero Valeria, cegada por la certeza de la traición que había sido plantada en su corazón, lo rechazó sin escuchar.

Mientras Valeria se alejaba de Arturo, quebrada y destrozada, Priscila se retiraba en silencio, observando cómo su jugada había separado a la pareja para siempre. Sabía que Valeria nunca podría perdonar lo que pensaba que había sido una infidelidad. Para Priscila, esto era solo el comienzo de su dominio sobre Arturo, quien ahora quedaba completamente solo, sin la mujer que tanto había querido. La victoria de Priscila era absoluta, y la sonrisa de satisfacción en su rostro dejaba claro que había logrado su propósito: alejar a Valeria de Arturo, asegurándose de que ya no quedara ninguna posibilidad de reconciliación.

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