Susana, llena de resentimiento y ambición, pone en marcha un plan meticulosamente calculado para destruir a Ofelia y, con ello, acabar con la influencia de la familia García. Aprovechando cada oportunidad para sembrar discordia, comienza a manipular a las personas clave del entorno de Ofelia, incluyendo algunos empleados y asociados cercanos, ofreciendo información distorsionada y prometiendo recompensas a cambio de su lealtad. “No se preocupen, cuando todo esto termine, habrá un lugar para ustedes en algo mucho más grande que lo que los García jamás podrán ofrecerles”, les asegura con una sonrisa fría y calculadora.
Además, Susana no escatima en recursos para debilitar la posición de Ofelia, contratando a abogados para encontrar cualquier laguna legal que pueda comprometer a la familia. Mientras tanto, Ofelia, aunque intuye que algo oscuro está sucediendo, no logra identificar completamente la magnitud de la amenaza. Los movimientos de Susana son sigilosos pero devastadores, como una tormenta que se avecina.
Por su parte, Valeria lucha desesperadamente para evitar el desalojo que amenaza con dejar a su familia sin hogar. A pesar de sus esfuerzos por negociar y apelar a la humanidad de quienes están detrás de la medida, las puertas se cierran una tras otra. “No pueden hacernos esto. Este lugar no es solo una casa; es el corazón de nuestra familia”, implora Valeria durante una última reunión con las autoridades, pero sus palabras caen en oídos sordos. Cuando finalmente llega el día del desalojo, Valeria se enfrenta impotente al vacío que deja el desmoronamiento de su mundo.
Mientras tanto, Paula, decidida a deshacerse de Mar, intensifica sus esfuerzos para expulsarla de la mansión Portilla. Con una mezcla de intriga y enfrentamientos abiertos, Paula se asegura de que cada día en la casa sea un infierno para Mar. Desde cambiar las reglas de convivencia hasta humillarla frente a otros miembros de la familia, Paula hace todo lo posible por hacerle sentir que no pertenece allí. “Esta casa tiene un estándar, Mar, y claramente tú no lo cumples. Es mejor que pienses en otro lugar para vivir”, le dice con un tono de desprecio que deja claro su intención.
Mar, aunque herida, no está dispuesta a rendirse fácilmente. Responde con dignidad, enfrentando cada ataque con fuerza y determinación. “No importa cuánto lo intentes, Paula. No voy a dejar que me eches tan fácilmente. Si estoy aquí, es por una razón, y no te voy a dar el gusto de verme caer”, le responde, plantándole cara. Sin embargo, la tensión entre ambas crece cada día, acercándose al punto de ebullición, mientras las piezas de este juego de poder se mueven hacia un desenlace inevitable.