Jezabel, con una mirada llena de remordimiento y el corazón apesadumbrado, se acerca a Ángel. Con voz temblorosa, le pide disculpas sinceramente, reconociendo todo el dolor y las heridas que le causó a lo largo de los años. Sus palabras, cargadas de arrepentimiento, fluyen como un río de emociones contenidas. Le expresa que nunca imaginó el sufrimiento que su actitud provocó en él y que, por todo lo que ocurrió, se siente profundamente arrepentida.
Con el rostro lleno de vulnerabilidad, Jezabel le ruega a Ángel que, a pesar de todo lo sucedido, no guarde rencor en su corazón hacia su abuelo. Con una profunda tristeza, le pide que entienda que la decisión que tomó él no fue fácil, y que aunque no la justifique, fue un acto de circunstancias que ella no podía controlar. Con el alma abierta y una sinceridad desbordante, suplica que le dé la oportunidad de sanar las heridas del pasado, tanto para él como para ella, sin que el resentimiento hacia su abuelo siga pesando sobre su relación.