Leonor, con una expresión de frustración y rabia contenida, se enfrenta a Tomás en un momento de tensión. Sus palabras son punzantes, llenas de resentimiento y dolor. Le reprocha que, a pesar de los esfuerzos incansables de su padre, todo ha sido en vano. Les duele ver cómo, por más que intenten salir de la pobreza, siempre estarán marcados por su origen humilde. Leonor le recuerda a Tomás que, a pesar de las aspiraciones y sueños de su familia, jamás podrán formar parte del círculo privilegiado de los San José, una familia a la que consideran inalcanzable. La joven siente una mezcla de impotencia y desilusión, convencida de que por más que su padre se esfuerce, la brecha social y económica entre ellos y los San José será imposible de superar.
Mientras tanto, Gabriela, con el corazón agitado y las emociones a flor de piel, se encuentra con Francisco, quien, a pesar del tiempo, sigue estando tan cerca de ella como siempre. Un torrente de recuerdos y sentimientos olvidados se despierta en su interior, haciendo que la angustia se apodere de ella. Gabriela se da cuenta, en un instante de claridad, de que Francisco nunca la ha dejado ir, que aún guarda su amor por ella. La revelación es tan abrumadora que no puede soportarlo, y de repente, se siente débil y desorientada. Antes de que pueda reaccionar, su cuerpo cede y se desmaya en los brazos de Francisco. Él, rápidamente, la sostiene con desesperación, sintiendo cómo el peso de la situación lo golpea. En ese momento, el amor no expresado y las heridas del pasado parecen volver a unirse, pero también abren nuevas dudas sobre el futuro de su relación.