Carlos Slim una vez rescató a un par de gemelas que fueron abandonadas en el hospital justo al nacer. Veinte años después, dos jóvenes hermosas y radiantes aparecieron para entregarle al magnate un regalo inesperado.

En una fría noche de invierno en Ciudad de México, en un pequeño hospital público, nacieron dos niñas gemelas en medio del silencio y la incertidumbre. Nadie esperaba fuera de la sala de parto. No hubo flores, ni abrazos, ni felicitaciones. La madre, joven y asustada, abandonó a las pequeñas y desapareció sin dejar rastro.

La historia pudo haber acabado en tragedia… si no fuera por la llegada inesperada de Carlos Slim. El magnate mexicano se encontraba visitando el hospital como parte de una iniciativa filantrópica cuando escuchó sobre las gemelas abandonadas. Nadie entendía por qué un hombre tan ocupado se quedó tanto tiempo observando aquella humilde cuna. Pero se quedó. Y tomó una decisión que cambiaría vidas: se haría cargo de todo.

Pagó los gastos médicos, asignó cuidadoras, proporcionó nutrición especial y se aseguró de que las niñas tuvieran un futuro digno. Lucía y Camila fueron trasladadas a un hogar de cuidado privado financiado por su fundación. Crecieron con amor, educación y siempre supieron el nombre de quien les había dado una segunda oportunidad: Carlos Slim.

Veinte años después.

Durante una ceremonia en el Instituto Tecnológico de México, donde Slim participaba como patrocinador principal, dos jóvenes se subieron al escenario. Eran Lucía y Camila—ya convertidas en mujeres hermosas, seguras de sí mismas y decididas.

“Somos las niñas que usted salvó hace veinte años,” dijo Lucía con voz temblorosa. “Hoy no solo venimos a agradecerle. Venimos a entregarle un regalo.”

Camila levantó una carpeta con documentos: la creación de la Fundación Dos Corazones, un programa de becas fundado por ambas, destinado a niños huérfanos y abandonados. Con ahorros propios, campañas de recaudación y alianzas con ONGs, habían hecho realidad su sueño.

Carlos Slim se levantó. Guardó silencio unos segundos. Luego caminó hacia ellas y las abrazó con fuerza.
“Ustedes son el regalo más grande que la vida me ha dado,” susurró con emoción.

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