Valeria no podía creer lo que veía frente a sus ojos. Mientras revisaba las imágenes de la nueva campaña publicitaria de la empresa, se quedó helada al reconocer una fotografía que le resultaba dolorosamente familiar: era su padre, usando el viejo suéter de lana que tanto valor sentimental tenía para ella. Lo que más la desconcertó no fue solo que Arturo hubiera incluido esa imagen sin su permiso, sino el estado en que se encontraba el suéter. Estaba arrugado, con manchas evidentes, y parecía haber sido manipulado sin el más mínimo cuidado.

Ese suéter no era un simple pedazo de tela; era un recuerdo invaluable de su infancia y una conexión emocional con su padre. Valeria había confiado en Arturo, pensando que respetaría la importancia de ese objeto. Sin embargo, ahora se daba cuenta de que no solo había arruinado el suéter, sino que también había explotado una imagen personal y familiar para fines comerciales, violando completamente su confianza.

Llena de rabia y decepción, Valeria decidió confrontar a Arturo. Sabía que este incidente no solo era un golpe a su relación personal, sino también una falta de ética que no podía dejar pasar.