El sol comenzaba a esconderse mientras los invitados observaban con emoción la ceremonia. Tania Rincón, radiante con su vestido blanco, caminaba lentamente hacia el altar donde la esperaba Pedro Pereyra, el amor de su vida.
Todo transcurría con normalidad, hasta que, justo antes de decir sus votos, Pedro interrumpió brevemente el protocolo. Sacó una pequeña carta arrugada del bolsillo interno de su saco. Era una carta escrita a mano… por la abuela de Tania, quien había fallecido un año antes y siempre soñó con verla casarse.
“Tu abuela me la dio cuando comenzamos a salir”, dijo Pedro con voz temblorosa. “Me pidió que te la entregara solo si algún día decidía pasar el resto de mi vida contigo.”
Al leer las palabras de su abuela, Tania no pudo contener las lágrimas. Eran palabras llenas de amor, consejos de vida, y una bendición para su matrimonio.
Los aplausos llenaron el lugar, y Tania, entre lágrimas, abrazó a Pedro. “Gracias por este regalo. Es el mejor comienzo que podríamos tener”, susurró ella.
Aquel gesto, inesperado y profundamente tierno, convirtió la boda en un recuerdo imborrable para todos los presentes.