Circe quedó profundamente conmovida al presenciar cómo Tino, a pesar de la presión de su familia y las circunstancias adversas, se enfrentó con valentía para defenderla. Él argumentó con firmeza que no era justo enviarla a una escuela en Estados Unidos como un intento de escapar del problema, cuando lo correcto era enfrentar la situación y buscar justicia.
Ese acto de apoyo y solidaridad despertó en Circe una mezcla de gratitud y confianza hacia él. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba sola en su lucha y que alguien creía en ella y en su versión de los hechos.
Con el corazón lleno de determinación y los ojos brillando con una mezcla de coraje y vulnerabilidad, Circe se dirigió a Tino. Le pidió, casi suplicante, que fuera él quien la acompañara a levantar la denuncia contra Mateo. Sabía que necesitaría toda la fuerza posible para enfrentar ese proceso, y la presencia de Tino, quien ya había demostrado ser un aliado incondicional, le daba la seguridad y el valor que tanto necesitaba.