Leonor, llena de ira y celos, enfrenta a Tomás con una amenaza directa: le exige que deje atrás Todos los Santos y se olvide de Gabriela para siempre, bajo la amenaza de consecuencias graves. Sin embargo, Tomás no se deja intimidar y, en lugar de ceder, se muestra más determinado que nunca. Con una firme resolución, le jura que no abandonará su misión y que continuará con la venganza de su padre, sin importar lo que ella diga o haga.

Mientras tanto, Enrique, siempre astuto y manipulador, se aprovecha de la situación para lograr sus propios objetivos. Sutilmente, comienza a influir en Gabriela, sembrando dudas y manipulando sus emociones para que respalde a Leonor en la fábrica. Gabriela, atrapada entre sus sentimientos y las presiones externas, comienza a cuestionar sus lealtades, mientras Enrique sigue jugando su juego con astucia, moviendo las piezas a su favor en esta peligrosa partida.