Evelyn Guijarro le dio un sándwich a un niño que pedía limosna; al día siguiente, un visitante inesperado la hizo llorar: “Jamás lo habría imaginado…”

Una historia que toca el corazón

Era un día común para Evelyn Guijarro, quien, como de costumbre, salió a entrenar temprano por la mañana. En el camino a casa, pasó por una pequeña panadería y compró un par de sándwiches para llevar. Al salir, notó a un niño descalzo, con la ropa sucia y la mirada perdida, sentado en la banqueta con una pequeña cartulina que decía: “Tengo hambre”.

Sin pensarlo dos veces, Evelyn se acercó y le entregó uno de los sándwiches. El niño la miró sorprendido, como si no esperara que alguien realmente lo ayudara. Apenas dijo “gracias”, pero su sonrisa tímida lo dijo todo. Evelyn le dio una palmada en el hombro y siguió su camino, sin imaginar que ese pequeño gesto tendría consecuencias mucho más profundas.


El regreso inesperado

A la mañana siguiente, Evelyn estaba en su casa cuando tocaron a la puerta. Al abrir, se encontró con un hombre mayor, de rostro cansado pero amable, acompañado del mismo niño al que había ayudado el día anterior. El hombre le explicó que era el abuelo del niño y que había pasado por momentos muy difíciles tras perder su empleo y su hogar.

“Mi nieto me contó lo que usted hizo ayer”, dijo con voz quebrada. “No solo le dio comida, le dio esperanza. Hoy quería venir a darle las gracias… y contarle que encontré trabajo. Ayer mismo una señora me ofreció empleo limpiando un taller, y aunque no es mucho, es el inicio que necesitábamos. Usted nos dio el empujón”.

Evelyn no pudo contener las lágrimas. “No hice nada extraordinario”, dijo con humildad. Pero el abuelo del niño la miró con firmeza: “Para usted fue un sándwich. Para nosotros fue el primer rayo de luz en mucho tiempo”.


Una lección de humanidad

Ese día, Evelyn comprendió que los actos más simples pueden cambiar el rumbo de una vida. No se trataba de fama ni de reconocimiento, sino de mirar al otro con compasión y hacer lo que esté en tus manos para ayudar. Desde entonces, ella empezó a colaborar con un comedor comunitario cercano, motivada por ese encuentro que jamás olvidará.

“Yo creía que ese niño necesitaba un poco de comida. Pero en realidad, yo era la que necesitaba una lección de vida”, confesó más tarde en una entrevista.

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