Desde que se supo que Maya Mazor y Santa Fe Klan esperaban un hijo, los fans no dejaron de especular cómo sería el bebé: ¿tendría los ojos intensos de su madre? ¿La sonrisa pícara de su padre? Pero, cuando nació, Maya fue muy clara: no quería mostrar al público la cara del pequeño.

“Quiero proteger su inocencia, su mundo. Aún no le toca vivir bajo los reflectores”, decía con firmeza en entrevistas breves. Sus redes sociales mostraban solo manitas, piecitos, o la silueta del niño durmiendo sobre su pecho. Los seguidores respetaban —en su mayoría— su decisión, aunque la curiosidad crecía.

Santa Fe Klan, sin embargo, no podía evitar sentirse orgulloso. Una mañana cualquiera, sin previo aviso, publicó una imagen en su cuenta: el bebé, con una sonrisa angelical, miraba directamente a la cámara, en brazos de su padre. “Mi tesoro”, escribió como única descripción.

Las redes explotaron. El niño era hermoso, con grandes ojos que parecían reflejar el alma de su madre, y una expresión tranquila que desarmaba a cualquiera. “¡Es idéntico a Maya!”, comentaban miles de fans. En pocas horas, la imagen se volvió viral.

Aunque al principio Maya se molestó —porque la decisión no fue consensuada—, al ver el amor con el que el público reaccionó, se conmovió. “Lo hice con amor, amor”, le susurró Ángel, tomándole la mano. Y ella, con lágrimas contenidas, asintió.

Desde ese día, no es que el bebé aparezca seguido, pero Maya ya no teme tanto. Porque entendió que el mundo no siempre es cruel. A veces, también puede rendirse ante la belleza más pura: la de un hijo amado.