El actual duelo entre Dodgers y Yankees sirve para recordar a escritores mexicanos que amaban el beisbol y el día en que Fernando Valenzuela (1960-2024) derrotó a los Bombarderos del Bronx.

Fernando Valenzuela, 1960-2024. (Laberinto)

Fernando Valenzuela, 1960-2024. (Laberinto)

I
Ver la Serie Mundial de beisbol en 2024 (el clásico Dodgers contra Yankees) y al mismo tiempo saber que murió el admirado Fernando Valenzuela es una experiencia amarga que impone la vida. No hay más remedio que echar pa’lante, correr las bases con enjundia y barrerse de cabeza en home como lo hacía el también recién fallecido Pete Rose.

En octubre no sólo llega la luna más bella del año sino también las series de campeonato y la Serie Mundial del “deporte rey que nos ayuda a vivir”, tal como diría el escritor Vicente Leñero.

Las nuevas generaciones no lo vivieron, pero ver en televisión a Valenzuela ganar 5-4 el tercer juego del Clásico de Otoño en 1981, nada menos que frente a los Yankees en el Dodger Stadium, fue una experiencia casi religiosa. Algo así como la venida del Espíritu Santo.

Los Yankees habían ganado en su casa los dos primeros juegos de esa Serie Mundial y un triunfo más de ellos hubiera puesto a los Dodgers al borde del precipicio. Esa victoria de Valenzuela fue tan intensa que impulsó a su equipo a ganar otros tres encuentros seguidos y así quedarse con la corona sin necesidad de llegar al séptimo juego.

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II
Circula en redes sociales un video con los últimos tres outs del triunfo de Valenzuela contra los Yankees, cuando el Toro de Etchohuaquila retira en fila a Jerry Mumphrey, Dave Winfield y Lou Piniella, con la emocionada narración de Jorge Sonny Alarcón.

Cuando Valenzuela se enfrenta a Winfield, el locutor comenta que ese bateador había firmado un contrato multianual por 20 millones de dólares y el mexicano uno anual por 45 mil dólares.

Al caer el out 27, con ponche a Piniella, Pedro Mago Septién dice: “¡Bravo por ti, Fernando! Eres en el beisbol oro, mezquita, basílica y cactus. Suena esto a mariachis, a jarabe, a copal y cera. Eres un jugador que tienes el pincel en la mano y la luz en el alma. Nunca olvidaremos esto”.

En alguna de las entrevistas que le hice al Mago, le pregunté: ¿Qué tan grande fue Valenzuela? Su respuesta: “En 1986, él ganó 21 juegos y completó 20, con eso está dicho todo”.

En 2020, le pedí al escritor Gerardo de la Torre, gran aficionado al beisbol y pitcher amateur, que definiera a Valenzuela con una sola palabra. Sin pensarlo mucho, soltó una recta de 90 millas: “Pundonor”.

También me dijo que el escritor y el pitcher son hermanos gemelos porque ambos toman decisiones en soledad. Su novela favorita con tema beisbolero era La caída de los ídolos, de Philip Roth y el pelotero de Grandes Ligas a quien más admiró fue Willie Mays.

A De la Torre se le atribuye la frase de que “los amantes del beisbol no se suicidan porque en el futuro siempre habrá una Serie Mundial”.

III
La dualidad de Fernando Valenzuela como sobresaliente lanzador y buen bateador, me recuerda el texto “Éjele que ni me dolió”, de José Agustín, incluido en el libro Pisa y corre. Beisbol por escrito (Alfaguara, 2005), compilado por Vicente Leñero y Gerardo de la Torre, en el que aparecen colaboraciones de estos dos últimos escritores, además de Eduardo Lizalde, Daniel Sada, Alberto Blanco, Raúl Renán y Francisco Hernández, entre otros.

En “Éjele que ni me dolió”, José Agustín narra un juego infantil de la Liga Maya en el que se vistió de héroe. Además de ganar el partido como pitcher, concretó una hazaña como bateador: “Conecté la primera pichada con un garrotazo seco que se tendió por el lado bueno de la tercera base. Salí corriendo hecho la madre, pero un alarido del público me enchinó la piel. Mi batazo había rebasado la barda de madera, que era como de metro y medio, y golpeó duro en la de concreto, más alta, que daba a la avenida Revolución. Hasta entonces me di cuenta de que acababa de conectar un jonrón, ¡el primero en la Liga Menor con la casa llena!, así que bajé el paso, gozando los gritos y los aplausos”.

Fernando Valenzuela dio diez jonrones en Grandes Ligas. En 1981 y 1983 obtuvo el Bat de Plata que se entregaba al mejor pitcher bateador en la Liga Nacional. A partir de 2022 los lanzadores ya no batean en la gran carpa.

IV
El prólogo de Pisa y corre. Beisbol por escrito fue escrito por Vicente Leñero, quien se refiere a la necesidad de que haya buenos libros relacionados con ese deporte escritos en español, y no solo las malas traducciones del inglés que se realizan en Argentina y España, países sin arraigo en la pelota caliente.

A mediados de los ochenta trabajé en la revista Proceso como corrector y tuve el privilegio de oír ahí a Vicente Leñero hablando de beisbol. Los viernes de cierre, en las horas muertas de la producción, Leñero se distraía jugando dominó y era una fiera, casi siempre ganaba.

A él le gustaba ver deportes con el anhelo de que ganara el equipo más débil y tenía la certeza de que Los perdedores eran la mejor materia prima para la dramaturgia. Así tituló una de sus obras.

V
Que un rancherito sonorense lanzara nueve entradas contra los Bombarderos del Bronx y los derrotara en Serie Mundial fue un espectáculo inolvidable, al igual que toda la carrera de Fernando Valenzuela en Grandes Ligas.

Valenzuela ganó 173 juegos en Estados Unidos y lanzó las nueve entradas en 131 partidos (para mi gusto, el dato más impresionante de su carrera). Consiguió 31 blanqueadas, 2074 ponches y estuvo en la loma durante 2930 innings.

El 29 de junio de 1990 lanzó un juego sin hit ni carrera contra los Cardenales de San Luis. También obtuvo el título de la MLB con Dodgers en 1988, aunque ese año tuvo un récord negativo (5-8) y no jugó en la Serie Mundial por estar lesionado.

VI
En 1980, Fernando Valenzuela jugó en unos cuantos partidos como relevista en Dodgers y al año siguiente explotó la Fernandomanía. Para el juego inaugural estaba asignado como pitcher Jerry Reuss, pero se lesionó. Audazmente, el manager Tom Lasorda le preguntó a Valenzuela si estaba listo para saltar a la loma y el Toro dijo que sí. Ganó ese juego y otros siete más en fila.

En 1981 ganó el premio Cy Young y fue nombrado Novato del año, hazaña que sólo él ha conseguido en toda la historia del beisbol gabacho.

Aunque tenía méritos suficientes para ingresar al Salón de la Fama en el mejor beisbol del mundo, malos números en los últimos años de su carrera le restaron posibilidades, además del “pecado” de no haber nacido en Estados Unidos (hay pitchers gringos que están en Cooperstown y estadísticamente pudieron cederle su lugar al Toro).

A manera de compensación, los Dodgers retiraron su número 34 en una ceremonia realizada el 11 de agosto de 2023, con la presencia del legendario Sandy Koufax.

VII
Veamos la actual Serie Mundial entre Yankees y Dodgers (Broadway contra Hollywood) sin pensar que nuestro paisano Julio Urías pudo estar en el roster de los californianos si acaso no hubiera reincidido en conductas inapropiadas y, por supuesto, en honor al inolvidable Vale de Sonora.