Carolina Herrera: “Si algo está de moda ya no lo quiero, o lo compro y lo uso 10 años después
La serie Feud: Capote vs. The Swans trae a la actualidad tres nombres de mujeres que en esta época definen la elegancia. Carolina Herrera, Blanca Suelves y María Fitz-James Stuart reunidas por primera vez para TELVA. Así son nuestros “cisnes”.
María lleva vestido de organza, Sportmax. Carolina con top y falda, Carolina Herrera New York. Blanca lleva vestido, Nina Ricci.
…”No, no creo que se llegue al estilo de manera consciente, lo mismo que no se controla el color de los ojos”, respondía Truman Capote en una entrevista con The Paris Review.
CUANDO CAROLINA HERRERA HABLA DE ELEGANCIA PARAFRASEA A SU MADRE
“El dinero no compra la elegancia” o “la elegancia no está definida por la ropa que usas”, son solo un ejemplo de la aportación de la diseñadora Carolina Herrera a la filosofía del buen gusto. Esta mañana nos hemos dado de bruces con toda esa teoría llevada a la práctica. Carolina Adriana Herrera (Caracas, 1969) llega al estudio vistiendo una sencilla prenda vaquera de Madewell, firma que antes del comercio online, y todavía para quienes quieran eludir el alto coste de aduanas, exigirá visitar Nueva York para hacerse con ella. En esa ciudad tiene gran parte de sus maletas desde que dejó Venezuela siendo adolescente.
Vestido largo bordado, Carolina Herrera New York.
En la foto lleva sus propias joyas.
Con ella, un pequeño bolso de piel rojo y su ordenador portátil, menos gris que el de otras mujeres profesionales que llevan el trabajo a cuestas, una pegatina colorida sentencia en inglés: dont make that tiny blackhead a big deal (no le des tanta importancia a ese pequeño punto negro). Si acordamos que la elegancia no tiene que ver con la ropa o el dinero, quizá ésta provenga de la actitud.
Puede estar también en un gesto: cómo se pone las gafas para leer, con los pies sobre la mesa en los descansos, vestida para subirse en cualquier momento a un taxi hacia la fiesta del siglo. No es un libro de Capote sino Viaje al fin de la noche de Louis-Ferdinand Céline lo que lee Carolina, aunque es tentador parafrasear a Truman en Plegarias atendidas: “tenía un cutis que todo dermatólogo debería embotellar”. Vestir como los demás, de uniforme: “No lo puedo soportar. Si algo está de moda ya no lo quiero, o lo compro y lo uso diez años después”.
“NUNCA HE QUERIDO SER UNA MÁS DEL MONTÓN SINO EL CISNE NEGRO”
“No es por llamar la atención sino para que no me encajonen ni me metan entre barras. No me sentiría libre si fuera vestida como todo el mundo que sigue una tendencia. A mí los uniformes me recuerdan al colegio en Nueva York. Me repetían: Carolina, súbete las medias. Carolina, ponte el cuello de la camisa. Tenían preparado un cuello falso cortado de una camisa para pegar sobre tu jersey cuando rompías el protocolo. La falda era escocesa, cerrada con un imperdible. ¡Ponía cualquier pin menos el que tenía que ir!”.
Carolina con vestido de encaje blanco, Carolina Herrera New York, tocado de plumas, Palomo Spain y sus propias joyas.
El cisne negro de la sociedad neoyorquina fue Ann Woodward, pero en casa de los Herrera era más familiar Lee Radziwill, hermana de Jackie Kennedy a la que Carolina Herrera vistió en múltiples ocasiones. En una imagen del New York Post de 2017 todavía ocupaba la primera fila de su desfile en el Museo de Arte Moderno al lado del padre de Carolina, el influyente editor Reinaldo Herrera. Dos años después, el cisne de Truman moría despidiendo un Nueva York que una vez fue el centro de la Tierra. Carolina conoció a LeeRadziwill. “Una mujer con inteligencia y estilo. Sin miedos, fuerte, que decía lo que pensaba. Eso también es elegancia, decir lo que sientes asumiendo sus consecuencias”.
Con vestido negro, Carolina Herrera New York y sus propias joyas.
Su condición de “cisne” la notó alguien más, la directora de casting de Feud: Capote vs. The Swans quiso que Carolina participara en las pruebas para el personaje de Gloria Guinness. “Mis escenas se desarrollaban con Truman y ella hacía de Truman durante las audiciones que grabamos por zoom. La socialité confidente del escritor fue finalmente excluida de la temporada y todavía me pregunto quién me habrá quitado el papel”, dice.
Carolina Herrera lleva top y falda de tul, Carolina Herrera New York.
“SER FUERTE NO SIGNIFICA SER MENOS FEMENINA”
“Lee, Barbara (Babe) Paley… todas eran inteligentes, divertidas y un poco superficiales, que no está nada mal ser algo superficial. Estamos hablando de un estereotipo muy particular que también sufría. Son como uno de esos vestidos que, a pesar de tener 20 años, te lo sigues poniendo porque es atemporal. No había Instagram, ni tantas fotografías, ni viajaban tanto, era un reducto pequeño de Nueva York y la influencia de un grupo”. La influencia social, ¿sigue existiendo? “A mí la agenda de la fiesta de turno del fin de semana me da igual, aunque ¿a quién no le han dejado de invitar a un lugar al que quería ir? Tienes que plantearte si te molesta porque se olvidó de ti una persona con la que pensabas que tenías más amistad o porque te has perdido una fiesta”.
Cuando toca hablar de elegancia, reformula a su madre, a Dior y a Coco Chanel acuñando entrecomillados propios. “La moda es pasajera y la elegancia es para siempre. No eres elegante en el verano de 2024 y después dejas de serlo”. Relee una entrevista que concedió a TELVA hace más de veinte años. Enumeraba sus gustos: Bob Dylan, las rancheras, Nabokov y Cumbres borrascosas de Emily Bronte. El desprecio, de Godard y las series de tribunales y trama psicológica, un sofá Luis XIV… todavía siguen siendo sus favoritos. “El marrón ya no, me da tristeza. A la esmeralda le sumo el rubí, añadiría Anatomía de una caída y la peonía ahora la prefiero en salvaje que en ramo. Al ver esto me reconozco”. El estilo de Carolina es imperecedero y eso, algunos, lo llaman elegancia.
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AUNQUE DEPENDE DEL OBSERVADOR, QUERRÍA TRANSMITIR VERDAD
Desde que siendo adolescente le ofrecieron desfilar en Cibeles al verla caminar por la calle, Blanca Suelves (Lima, 1968) esquiva la endogamia e intrigas de la industria de la moda para mantenerse “donde siento que desprendo lo que soy”. Nunca buscó trabajar en moda, “fueron oportunidades que llegaron a mí y aproveché, pero siempre he tenido un carácter muy forjado, a ninguna edad me he dejado manipular”. ¿Por verdad entiende naturalidad? “En mi caso, sí”.
Blanca Suelves con vestido largo de punto, Rabanne.
Ni cuando se quita los vaqueros y se enfunda un look de pasarela de Nina Ricci parece disfrazada; coherencia es un sinónimo de elegancia en su propio diccionario de estilo. “La elegancia para mí significa equilibrio, armonía y coherencia, pero no solo en tu aspecto físico sino en tu vida y tu manera de pensar. Las tres cosas tienen que ir en paralelo”.
“DISTINGO ENTRE LO QUE ES LA ELEGANCIA DE LO QUE ES UNA MUJER BIEN VESTIDA; LA ATRACTIVA DE LA GUAPA”
“La elegancia es un conjunto: tu tono de voz, tu manera de moverte, hasta cómo arrastras el carrito de la compra por la acera. Diría que es lo opuesto a la moda y a las tendencias. Sin embargo, hay algo de frialdad en la elegancia, entendida como distancia o esnobismo, con la que no me siento identificada, eso es mi antítesis”, explica durante una sesión de fotos en la que se las arregla para buscar rincones donde estar un rato a solas. Reflexiva, con el pelo revuelto que le habría quedado a Marisa Berenson si hubiera rodado El lago azul y unos ojos profundos que destilan la verdad que se propone, que nos han mirado ya antes desde decenas de campañas de publicidad; a sus 56 años parece haber conseguido por lo que tanto luchó.
Blanca Suelves con vestido de punto, Rabanne.
Revela que escribe desde muy pequeña, pero cuando se le sugiere que publique algo, por qué no una de esas columnas de ideas elegantes como un Why dont you…? de Diane Vreeland, se transforma en un cervatillo que sale huyendo despavorido con la mirada. Con su “me daría pudor” resume su personalidad; con una dicción perfecta remarca en cada frase la palabra que desea destacar: “le doy mucha importancia al significado de las palabras”, y detallando lo que tiene en su armario da fe de que la distancia con las tendencias la mantiene a rajatabla. “Tengo muy pocas cosas, vestidos que a lo mejor me he comprado en la decimoséptima rebaja. Nunca es el traje de chaqueta de actualidad o el que toca llevar. Trato de buscar chollos, ¡me encantan los chollos! Busco tesoros en los sitios más insospechados. Creo que visto igual que cuando tenía 14 años, el mismo pantalón vaquero, las mismas zapatillas”…
Blanca Suelves lleva vestido bicolor, Nina Ricci.
Blanca no tiene prisa, no es una persona agitada y podría convencer a cualquiera de que cumplir años juega a favor. Solo hay que verla, te lo crees a la primera. “Con 20 años todas las mujeres son bellas y ahora que estoy más cerca de los 60 que de los 20 y solo veo mis defectos, soy muy realista y no trato de maquillarlos, no busco la perfección porque tampoco la admiro”.
“MIS OJERAS, EL PASO DEL TIEMPO, ME PARECEN BIEN Y LO HAGO MÍO”
“Es el paso de la vida que arrastra tus errores, tus vivencias. Está bien que eso se plasme y a través de tu físico se pueda intuir que has vivido. Se tiene que notar. ¡Yo he vivido y estoy viviendo!” Se reconoce libre “en mi forma de pensar, pero dependiente de la gente a la que quiero”. Su madre, Victoria Eugenia de Figueroa y Borbón, uno de los ejemplos de clase en cuyo espejo se mira. “Mis padres, siendo muy conservadores para sí, me permitieron a mí y todos mis hermanos la libertad. Mi madre es una mujer muy presumida, le gusta vestirse y yo ese don no lo he tenido. Se casó de Balenciaga, la veo vestirse de noche de Yves Saint Laurent, pero al mismo tiempo tiene ese punto de dejarse, abandonarse y no preocuparse por su aspecto físico, en el día a día, con exigencia. Para ser elegante creo que antes has tenido que adquirir un punto de madurez y serenidad”.
Blanca, la quintaesencia de todo lo que ella a su vez admira, protege lo suyo: “cualquier cosa que implique exposición me cuesta muchísimo”. Baja la guardia y… “me gusta el campo, los deportes, los animales, el cine, las lecturas de la filósofa Ayn Rand o La Montaña mágica de Thomas Mann”. También recibir en casa, “sin etiquetas ni dress codes“. Sería demasiado comme il faut, por lo tanto ya no sería Blanca. “Que cada uno venga como quiera, con minifalda, de largo o con esmoquin rosa. En España, generalizando, tengo la sensación de que siempre vamos vestidos de caza, caces o no. Verdes, marrones, loden… Si quieres llevar algo excéntrico y que no te miren raro, ¡vete a París!”, bromea alguien que lleva años haciéndole a la flor del cardo su merecido upgrade en forma de ramos. La elegancia exige personalidad, dígase… saber componer un precioso ramo con espinas en las hojas. Why dont you…?
Blanca con vestido, Dior. Carolina lleva jersey de punto, Carolina Herrera New York. María con vestido, Nina Ricci y pulseras rígidas con brillantes y oro blanco, Suárez.
CORRE EL RUMOR POR EL TODO MADRID DEL PORQUÉ DE SU APODO
A María Fitz-James Stuart (Madrid, 1974) muchos la conocen como “la griega”. Se dice que porque nació en Grecia o por su perfil “griego”, sea lo que signifique esto y su relación con el puente de una nariz elegante y sofisticada. “Todo lo que hace la literatura es un chisme”, diría Capote, así que ella misma desmonta el mito. “Nací en Madrid pero desde muy pequeña viví en Atenas los inviernos y en Corfú los veranos”. Esa es la realidad de la historia. Su padre (Luis Esteban Fitz-James Stuart), estudioso de la cultura clásica, le leía libros de mitología antes de dormir durante una infancia diferente que ya avoca a una vida de relato. Estaban los héroes, las criaturas con las que explicar los orígenes del mundo y luego su nanny, un dóberman llamado Bellota. SiJoséphine Baker se paseaba por París acompañada de un leopardo, María tenía a Bellota. “Mis padres salían a dar un paseo, me dejaban con Bellota y a esa cuna no se acercaba nadie, ese perro me protegía como si fuera su hija”.
abrigo largo de lana, top, short y mocasines de piel con plataforma. Todo, Gucci.
Reconoce que huye inconscientemente de las bellezas comerciales y que “cuando hay algo único me fijo más”. Por elegancia entiende ese aura distinta, “por ejemplo Stella Tennant, elegante aunque fuera con unas botas de agua por el campo”, y a Tilda Swinton porque “la androginia también forma parte de la elegancia”. María tiene una hermana llamada Clea, otro nombre decisivo que tiene su origen en la Grecia antigua, famosa diseñadora que no quiere dejar de mencionar en un reportaje dedicado al encanto que te haría destacar en un grupo de diez. “He tenido mucha suerte porque mi familia fue muy abierta, mi padre un intelectual del que aprendí la belleza de la poesía”.
María Fitz-James Stuart en una serie de Polaroids llevando vestido negro largo de tirantes, Giorgio Armani y americana tipo esmoquin, Dolce & Gabbana.
“NO ME VEO OPUESTA A LAS MUJERES DE MI FAMILIA, más en el fondo que en la superficie. Eran muy modernas en una sociedad que no lo era. Se nota que hemos estado muy unidas y pasado mucho tiempo juntas. Soy parecida a mi madre (María Calleja) en el sentido del humor y en la manera en que hemos decidido vivir, sin seguir tantas reglas o conservadurismos que en una parte de la sociedad aún persisten. Tengo 50 años y no me he casado, no tengo hijos. Fue mi madre quien me enseñó a ser libre para elegir mi camino. Todo el mundo va igual, incluso en formatos de vida. ¡Es una pereza! El otro día hablando con un chico que trabaja en mi agencia (María es cofundadora de una de las agencias de relaciones públicas más importantes de nuestro país, Pelonio, que este año cumple su veinte aniversario) le preguntaba qué zapatillas me recomendaba comprar. Él sabe mucho de moda y me decía: las chicas alternativas llevan éstas, las más modernas éstas… Ya pero… ¿qué zapatillas me puedo comprar mías, únicas? ¡Me da igual lo que lleven las modernas! ¿Hay algo para mí? Y no he llegado aún a ninguna”.
Vestido corto de organza, Sportmax y bailarinas de satén en color maquillaje, Dior.
Sin desviarnos de esos cisnes de Capote, de las mujeres más fascinantes de la época, recurrimos a lo que dice uno de sus personajes para traducir la manera de vestir de María: “Preferiría tener dos tenedores realmente buenos, a tener una docena que sólo fuesen sencillamente buenos. Por eso hay tan pocos muebles en esta habitación”. Sobriedad, prendas sencillas pero de calidad… arropan un sentido del humor siempre alerta y cierta excentricidad entendida como piropo. Este año celebrará su cincuenta cumpleaños y solo tiene buenas palabras para la edad.
“LO MEJOR QUE TE DA LA EDAD es que tú ya eres como eres”
María lleva camisa, Michael Kors Collection y vaqueros, Levis.
“He pasado por todo tipo de etapas: he sido timidísima, cuando era muy joven me condicionaba la opinión de los demás. La edad te da seguridad en ti misma. No me siento epatada fácilmente por nadie, pero de quien me enamoré platónicamente fue de la madre de Carolina: dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere con una seguridad aplastante”. Especialista en reuniones repletas de gente fascinante, su fiesta, por supuesto, será diferente. “Lo que más valoro como anfitriona es que los invitados se sientan en tu casa como en la suya. Es difícil de conseguir, hay que dejar espacio y ser relajado. Trabajando como relaciones públicas hay una parte de implicación con la persona. Es una de las profesiones más importantes; si lo piensas, un arquitecto necesita ser también un buen relaciones públicas para vender su proyecto, o un escritor para que el editor crea en él. Sé que parte de mi energía se la doy a los demás, pero lo disfruto, está en mi naturaleza”. La inteligencia, eso sí es elegancia para María que enseña orgullosa uno de los últimos libros que ha leído, El Sol el Primero. Se trata de una traducción al español de un autor griego, lo firma un intelectual esteta, Luis Stuart, su padre. Una historia muy elegante, la de María.
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