Ofelia, con una mezcla de frustración y amargura reflejada en su rostro, se enfrenta a Mar en un momento cargado de tensión. Con los ojos llenos de reproche, le asegura que todas las decisiones que ha tomado han sido un completo error, una cadena de desaciertos que las ha llevado al abismo. “Arruinaste tu vida, Mar”, le dice con una voz quebrada pero firme, dejando claro que para ella no hay retorno.

Ofelia no se detiene ahí. La acusa de no haberse cuidado, de haber actuado de manera impulsiva y sin pensar en las consecuencias. “Ahora las dos estamos condenadas”, continúa, señalando que el precio de esos errores no solo recae sobre Mar, sino también sobre ella. Para Ofelia, la miseria que las rodea no es solo económica, sino también emocional, una carga que siente que será imposible de superar.

Mar, por su parte, escucha en silencio, con el rostro marcado por la culpa y el dolor. Aunque no encuentra las palabras para defenderse, su mirada refleja arrepentimiento y tristeza, pero también un atisbo de lucha interna, como si no estuviera dispuesta a aceptar ese destino que Ofelia da por hecho. La escena se convierte en un enfrentamiento de emociones profundas, donde la desesperanza de Ofelia contrasta con el silencioso anhelo de Mar por demostrar que, quizás, aún hay una oportunidad para cambiar su destino.